Lo mío es mío, lo tuyo es tuyo.
Mariana y Federico llegaron al altar rondando los treinta, cada uno con su experiencia financiera a cuestas: él empresario, ella arquitecta, a punto de crear un estudio. En lo individual, el plano económico era ya un tema resuelto. Incluso habían sobrevivido -no sin cierta incomodidad del lado masculino- a ese período en que ella ganó mucho más dinero que él, algo que todavía hoy muchos hombres viven como un desafío. Con la convivencia y el anillo llegaron nuevas preguntas: ¿mantenemos cuentas separadas?; ¿armamos un fondo común?; ¿cómo dividimos los gastos? La premisa mayor quedó clara desde un principio: cada uno tiene lo suyo. “Él su plata y yo la mía”, afirma Mariana.
Esa tercera cuenta que recomiendan los especialistas en economía doméstica quedaría como una idea sin concretar. Sí pactaron un ahorro común para lo que bautizaron “gastos extraordinarios”, como unas buenas vacaciones en el exterior. Más allá de eso, si él quiere ese juego de Play 3 o ella ese par de zapatos, ni se discute. A lo que decidieron no escaparle es al modelo clásico de varón proveedor: se repartieron los gastos en un aplastante80 a20.
Cada pareja es un mundo, sí. Pero las parejas cambiaron. Y su relación con el dinero también. No suelen perdurar esas relaciones que arrancaban en el secundario; hoy la mayoría decide formalizar una vez cruzada la barrera de los 30, ya con un recorrido laboral encima y sus propios hábitos de gasto y administración, más allá de lo que dicte el “superyó” financiero heredado de sus padres. Además, la expectativa de que eso funcione mira de reojo las estadísticas que dicen que en Buenos Aires, mientras dos parejas se casan, una se divorcia. Así, el fondo común que imperaba en generaciones anteriores se ve desplazado por el “lo mío es mío y lo tuyo es tuyo”. Ni hablar si se trata de familias ensambladas donde la repartición de gastos requiere una compleja negociación previa…
Con estos elementos como parte de la nueva ecuación financiera de las parejas -que incluye departamentos, hipotecas, ahorros o deudas-, el economista y director del sitio Estudinero.net, Nicolás Litvinoff, concluye que hoy lo más común es que las parejas esperen un tiempo prudencial para unificar su patrimonio en función de cómo resulte la relación. “Ya no hay una fusión inmediata de lo material y, si se hace, es gradualmente, a medida que la relación da muestras de que funciona”, dice. Una variable puede patear el tablero y tornar esos límites mucho más difusos: el nacimiento de los hijos.
“Cuando están hace mucho tiempo juntos y hay proyectos a futuro, yo creo que lo mejor es un presupuesto común, tener claro cuánto aporta cada uno y que los dos sepan qué gastos hay en la casa”, opina Cecilia Boufflet, una de las autoras del libro Economía con tacos altos.
Mantener cuentas separadas, pero con el espíritu de un fondo común es justamente el caso de Fiorella Conti y Fernando Bazano, de 29 y 41 años, que viven juntos hace dos años y están a la espera de su primer bebé. Lo de las cuentas no lo planificaron, se dio así. Ambos trabajan en Tribunales y a cada uno le depositan en la suya. Y aunque ahora están a punto de transformarse de pareja en familia, decidieron continuar con esta dinámica como un gesto de mutua confianza. “Cada uno administra lo suyo, pero luego vamos pagando indistintamente los gastos, con lo cual, de alguna manera, hay también una fusión. Como en los últimos años nos ha ido bien, con lo que sobra de dinero cada uno hace lo que quiere sin consultarle al otro”, dicen.
La especulación con respecto a unificar o no lo material se vuelve razonable si se repara en una encuesta internacional que realizó la firma estadounidense PayPal años atrás. La conclusión fue que las parejas pelean mucho más por temas de dinero que por desencuentros sexuales. Y, al menos en los Estados Unidos, esas peleas se dan una vez al mes en seis de cada diez parejas.
El diferente manejo del dinero, la importancia que se le asigna, los objetivos que se fijan son, para Boufflet, aspectos que pueden convertirlo en un eje de conflicto dentro de cualquier relación, sobre todo cuando las personas vienen de hogares con diferentes historias y visiones sobre esto. Al final, todos actuamos sobre la base de esa experiencia previa que se vivió en la familia o personalmente, antes de formar pareja. “Cuando se ponen los ingresos en común y se trazan objetivos juntos, como comprar la primera casa o el primer auto -sostiene Boufflet-, el que ahorra más se siente abusado por el gastador y el gastador se ve controlado por el régimen estricto de la pareja que prefiere postergar algunos consumos para llegar rápido a un objetivo puntual.”
Dos discusiones de dinero en diez años de relación están sin embargo muy lejos de los números arrojados por la encuesta de PayPal. La clave para haberlo logrado, según la empresaria Nancy Olijnyk, de 47 años, es haber mantenido desde el principio de la relación con su pareja, un médico con el que tiene dos nenas chiquitas, economías totalmente independientes. Aun cuando la ley establece que en matrimonios o parejas con más de cinco años de concubinato, la división de bienes se hace en partes iguales, ellos apostaron a la administración individual. Cada uno tiene su sueldo, en vacaciones cada uno lleva su billetera, y cada uno, también, se compra su propio auto con su plata sin siquiera la opinión del otro. “Para nosotros es lo más natural -asegura Nancy-. Hemos pasado más años solos y con economías independientes que en pareja.”
Otros que suelen inclinarse por las cuentas separadas son los que van por una segunda vuelta o que ya pasaron por un divorcio y una división de bienes. Más aún, quienes en la apuesta por una nueva relación terminan conformando una de las cada vez más comunes familias ensambladas, un entramado de vínculos que obliga a repensar la economía doméstica y su administración.
EN LA ERA DEL CONSUMO
Hoy se multiplicaron las tarjetas de crédito, suele haber por lo menos dos cuentas en la pareja, hay más descuentos, cuotas, nuevas formas de pagos y, por supuesto, los gastos de siempre. Así, la administración del dinero dentro de las relaciones y la distribución de los gastos también necesitaron su replanteo. Para Virginia Porcella, creadora del sitio de economía doméstica Tedechicas.com y coautora de Economía con tacos altos, la guía tradicional a la hora de tomar esas decisiones siempre fue la practicidad. Ellas, con gastos más frecuentes, cotidianos y no tan grandes; ellos, con menos cantidad pero mayor volumen. Pero si en generaciones anteriores la extensión de tarjeta para ellas y los roles arquetípicos a la hora de repartir gastos (mujeres con las cosas de la casa; hombres con los gastos grandes y el auto) eran moneda corriente, los cambios también aparecen en este nivel. Eso lo ven, por ejemplo, Aldana Antonozzi, abogada de 32 años, y Marcelo Zucchelli, de 31, project manager en una empresa de telecomunicaciones, Para ellos también rigió la practicidad y los terrenos separados en lo referido a las finanzas domésticas. Cada uno con su cuenta. Si se puede ahorrar, mejor, y se hace en conjunto, pero ella paga los gastos del auto y él los de la casa. El supermercado se lo turnan. ¿Fundamental? Vivirlo relajados. Algo que no todos pueden hacer. Es que como dice José Sahovaler, médico psicoanalista de APA y autor del libro La erótica del dinero, vivimos en una sociedad individualista, donde el ser pasa por el tener. “El dinero se convierte en el centro de identidad -plantea-. Ha cambiado la importancia que se les da a los bienes materiales. El dinero se ha erotizado de tal manera que alguien puede ocultar una cuenta como ocultaría una amante.” De ahí que el dinero pase a ser, muchas veces, un secreto. Nicolás Litvinoff apunta que mientras los dos ganen más o menos lo mismo no aparece este fantasma, pero cuando uno de los dos gana más que el otro puede volverse un tabú. Y cuanto más se gana, más crece el tabú.
ADIÓS AL MODELO CLÁSICO
El modelo patriarcal clásico, donde el padre es el proveedor y la madre se queda en casa, se quebró hace rato y dio luz a culturas familiares más diversas. Juan Sarmiento y María O’Grady, de alguna manera, vivieron esa transición. Cuando hace dos años decidieron casarse, ella no trabajaba porque estaba terminando la carrera de arquitectura. Durante el primer año y medio de matrimonio, todos los gastos se pagaban desde una sola cuenta: la de Juan. Pero a los meses que nació Dimas, su hijo, María comenzó a trabajar. Tener un segundo sueldo era una novedad. Y dos cuentas, también.
Hoy comparten gastos: él se ocupa de pagar el alquiler, las tarjetas, expensas y compras; ella aporta de su sueldo para pagarle a la persona que cuida a Dimas, y ahorra lo que va sobrando.
Sin duda, el mayor cambio lo logró el nuevo rol de la mujer en la economía y, de paso, derribó dos mitos que se le atribuían: el de la gastadora y el del segundo ingreso. Dice Porcella que el hecho de que el 80% de las decisiones de compra a nivel mundial recaigan sobre las mujeres no implica que deba adjudicárseles el mote de “derrochonas”: estudios recientes muestran que son calculadoras y menos impulsivas que los hombres. Por otra parte, en la Argentina ya alcanzaron el 35% los hogares donde son el principal ingreso.
Pero en sociedades donde el modelo clásico de varón proveedor aún subyace, para la mujer, el éxito monetario puede tener sus costos. El estudio “Identidad de género e ingreso relativo en los hogares”, realizado por la Universidad de Chicago, concluyó que la “aversión a que la mujer gane más” impacta en las tasas de divorcios y en la satisfacción de la vida en pareja…
Sin embargo, las viejas barreras empiezan a romperse y los nuevos roles en la economía doméstica se naturalizan y aceptan cada vez más. Como dice Aldana, mientras Marcelo paga el súper: “La clave es no hacerse problema”.
Esta nota fué publicada por el diario La Nación en su edición del día sábado 31 de Agosto de 2013. - See more at: http://www.nicolaslitvinoff.net/2013/09/lo-mio-es-mio-lo-tuyo-es-tuyo/#sthash.9DHOYJV9.dpuf